martes, 28 de junio de 2011

JUNIOS MARINOS Y LIMEÑOS


 Hace unos días estuve en Lima por varios asuntos. Es curioso que la agitación que se vive en esa ciudad, por el contrario, a mí me provoca sosiego, y a pesar del corto tiempo que paso allá aprovecho para hacer muchas cosas. Si bien el viaje en bus es muy largo, me da una gran alegría despertarme y ver por la ventanilla el recorrido que va desde Cañete hasta la misma ciudad, es como si persiguiera la brisa del mar y todas las agradables sensaciones que despiertan en mí.
Esta vez encontré una ciudad literalmente gris, pero tampoco eso influyó en mi estado de ánimo, mucho menos la menuda garúa que caía por algunas zonas. Recordaba la grisura de París y cómo Vila Matas frecuentemente la mencionaba en una de sus novelas. Recordaba también la ironía de Luis Loayza en su magistral ensayo "El sol de Lima" en la que se preguntaba cómo era posible que Lima sea una ciudad tan húmeda que a veces parece submarina y que la niebla haya vuelto a sus habitantes un poco anfibios. En cambio, a mí me encantaría escribir algo titulado como "El mar de Lima" y sentir a sus habitantes como peces que nadan libremente lejos de la playa y cerca de los islotes que se divisan en el horizonte.
Otra cosa agradable que hice fue ir a las librerías, sobre todo visitar el nuevo local de El Virrey, y sentir en mis pies el acurrucamiento de un hermoso gato mientras hojeaba unos libros. Y luego, para cerrar el trajín del día, fuimos a un lugar llamado La Habana junto a dos buenas amigas, madre e hija. Las tres habíamos nacido en junio y para celebrar me invitaron un mojito. La música y el piqueo cubanos fueron el fondo perfecto para recordar ese maravilloso instante.

sábado, 4 de junio de 2011

RESPIRACIÓN ARTIFICIAL

Casi recién comienza junio y hay muchas cosas que celebrar, entre ellas, por ejemplo, una noticia que acabo de recibir: Ricardo Piglia ganó el premio Rómulo Gallegos con su novela Blanco nocturno. Si bien aún no he leído esa obra, imagino que será de la misma calidad e importancia que Respiración artificial, la cual sí  leí e hice leer a mis alumnos en la universidad.
Quizá en estos momentos de tanta trascendencia para nuestro país, un libro como Respiración artificial resulte propicio para escribir algo en torno a lo que viene ocurriendo en el Perú. La novela del escritor argentino fue publicada en 1980, cuatro años después del golpe militar que hizo el general Videla, una de las dictaduras más sangrientas de América Latina; sin embargo, el libro de Piglia no se constituye en una denuncia explícita de ese atroz momento de la historia argentina, sino, como toda buena literatura, de una manera oculta y magistral  nos muestra los tiempos oscuros que significaron esos momentos de miedo y opresión.
A través de cartas,  el escritor Emilio Renzi cuenta una historia familiar, su relación con su tío Marcelo Maggi y la biografía que este desea escribir sobre Enrique Ossorio, un personaje histórico que linda en la ambiguedad de ser traidor o héroe. También interviene un polaco que se había refugiado en Argentina, y que tiene una insólita teoría sobre la relación entre Kafka y Hitler. En realidad, de manera encubierta Piglia hilvana una historia de tiempos sombríos, en la que los personajes de distintas generaciones terminan suicidándose.
Ese clima opresivo descrito en la novela que se convierte en asfixiante, me recuerda los nefastos momentos que vivió el Perú en la década de los noventa, en la que los peruanos soportamos una de las dictaduras más terribles de nuestra historia, por los crímenes y la corrupción avergonzante, con medios de comunicación al servicio del gobierno y un presidente y asesor colmados de cinismo.
Si bien ahora vivimos una democracia, en estas semanas posteriores a la primera vuelta electoral, se percibe en el ambiente una atmósfera que pareciera estar envenenando el alma de los peruanos. Tal vez este domingo 5 de junio a la mayoría se nos va a formar un nudo en la garganta cuando emitamos nuestro voto. La incertidumbre campea, es cierto, pero también la indignación por un pasado funesto que amenaza repetir. Solo queda respirar muy profundamente, tararear quizá una canción como "Vivir sin aire" y borrar de una vez el miedo, para tener derecho a contar una historia diferente.