La pequeña Arianna llegó desde tierras lejanas. Atravesó el Atlántico, sobrevoló el país materno y aterrizó en la ciudad de los volcanes. Su sonrisa inundó mi casa de alegría y me confesó sus secretos en la lengua que aún no entiendo del todo, aunque ella se esforzó en enseñarme las palabras más bellas cuando la llevaba de la mano en nuestros paseos matinales: "Andiamo a casa". Sus tres añitos me han devuelto a la pequeña Marianné que también me tomaba de la mano para recorrer el mundo con ella.
Ahora las dos han alzado el vuelo a otros hemisferios. En casa hemos cuidado para que sus alas no se detengan por el cansancio ni los vientos adversos. Mi corazón va con ellas surcando otros lugares y el recuerdo de sus risas me llegan como ecos en este primer día del año pájaro, del año árbol, del año cielo.