viernes, 20 de mayo de 2011

LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK

Es la primera vez que leo una obra del norteamericano Paul Auster. En general, casi nunca me atrajeron las novelas de misterio, pero debo confesar que esta me cautivó desde las primeras páginas y por eso la leí en poquísimo tiempo. La trilogía de Nueva York es una fascinante novela compuesta a su vez por tres historias: Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada. El hilo conductor que une a las tres es que se tratan de detectives que se ven envueltos en situaciones peculiares, en las que las identidades se trastocan constantemente y además hacen referencias a otras obras a las que les dan un giro.
"Ciudad de cristal" se inicia cuando Quinn recibe una llamada telefónica equivocada de un personaje que lo confunde con Paul Auster. Quinn asume la identidad de este y de pronto se ve siguiendo día y noche a Peter Stillman, el padre del personaje que lo había contratado. El seguimiento que hace  es sumamente riguroso, pero al final lo pierde de vista y luego se entera que este se había suicidado. Stillman es un personaje muy interesante y complejo.Como académico había escrito un libro sobre la religión y el lenguaje, y luego estaba empeñado en elaborar un nuevo lenguaje porque decía que las palabras ya no tenían correspondencias con las cosas.
La segunda historia igualmente se centra en un detective que persigue a un personaje, pero luego se confunden los roles. Los nombres de los personajes corresponden a distintos colores lo cual le da un toque especial a la historia. Y, finalmente,  el tercer relato gira en torno a la vida de un escritor, Fanshawe, que desaparece repentinamente y es su amigo de infancia quien le va a suplir en todas sus actividades, incluida el ser esposo, padre y albacea de las obras que había escrito y que nunca quiso publicar mientras estaba "vivo".
Lo que me encanta más de  la obra de Auster es la maestría con que recurre a otros textos engarzándolos en la trama de una manera que a la vista del lector parece natural, además hace cuestionar los límites entre lo ficcional y lo real, y qué decir del humor con que están escritos estos relatos.
Por último, leer una obra cuyo escenario es Nueva York de por sí se hace atrayente, más si  cuando el narrador hace referencia a ciertos lugares de la ciudad como Manhattan, Brooklyn o el río Hudson, recuerdo entonces los cortos pero inolvidables días por esos  lares y sus canciones: "I want to be a part of it/ New York, New York...".

miércoles, 18 de mayo de 2011

MARCADORES DE LIBROS

Entre los objetos más entrañables que tengo en mi casa, sin duda, los libros ocupan un lugar muy especial, pero ellos a su vez también guardan entre sus páginas otros objetos que me encantan : los marcadores. Tengo varios que he ido coleccionando a lo largo de los años, generalmente son los que vienen como parte del libro que compro en una librería, pero los más queridos son los que me regalan, a veces con un libro u otras veces, simplemente vienen solitos, como estos que aparecen en las fotografías.
Este es uno que me trajo como souvenir mi hija desde Canadá, es de madera y tiene un alce muy gracioso. Me gusta mucho su textura y que  sea de madera porque parece desprenderse de alguno de mis anaqueles.  Me acompañan en esa mágica aventura de leer cada día. En fin, marcan las páginas de mis libros de cabecera como si marcaran mi propia vida.
Estos otros dos también son regalos de amigos que visitaron lugares muy lejanos. Uno proviene desde tierras barcelonesas donde Gaudi pasó sus últimos años haciendo su obra maestra; y el otro desde las alturas del Corcovado brasileño. Además de marcadores por supuesto son recuerdos de amistad que mi memoria preserva con cariño.
Más allá del uso práctico del marcador que nos indica en dónde nos hemos quedado en la última lectura, lo que marca un libro no es en sí el objeto, es la fuerza de las palabras que contienen esa página al punto de removernos el alma. Cada página marcada puede significar un momento de profunda reflexión. También, por supuesto, un momento de aburrimiento por lo que no es posible continuar más con la lectura y preferimos descansar. 
Si cada uno de mis libros tuviera su propio marcador imagino que sería toda una coleccionista, pero no, no tengo tantos, y mejor que sea así. Creo que mis libros ya están lo suficientemente marcados.