lunes, 1 de febrero de 2010

LEYENDO A BENJAMIN EN LA PLAZA DEL CUSCO

Soy una aprendiz de la flânerie. Quiero perderme en esta ciudad rodeada de piedras. Quiero seguir el rastro de la lluvia en enero. Caminar incansablemente por los pasajes, sentarme en una banca de la plaza del Cusco, abrir un libro.
En un ensayo de Martin Kohan sobre Walter Benjamin escribe: "Lo que Benjamin propone no es una práctica que consista en perderse en ciudades: lo que Benjamin propone es aprenderse a perderse en una ciudad en particular, que es la propia. Porque el aprendizaje de la desorientación Benjamin lo propone para Berlín, que es su ciudad, y no para las ciudades que desconoce, donde, como veremos, por lo común se esmera en orientarse bien. Por otra parte, uno puede perderse en muchas ciudades, eventualmente en todas; pero solo puede aprender a perderse y entrenarse para ello en la ciudad que más conoce, es decir en la ciudad a la que pertenece".
Cusco es la ciudad paterna. No sé si podré perderme en su laberinto. En todo caso dejaré mi rastro en sus piedras. Esperaré que la lluvia cese y no borre mis huellas.

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