sábado, 12 de noviembre de 2011

PARÍS A MEDIANOCHE

Hay ciudades que antes de conocerlas se nos presentan como un cuento de hadas. En el caso de París, esta emerge como una ciudad imaginada y real al mismo tiempo, una ciudad eterna cuya belleza deslumbrante despierta todos los sentidos. Se la visualiza, se la escucha, se la toca, ya sea desde sus boulevares, ya sea desde lo alto de la Torre Eiffel o tal vez desde cualquiera de los puentes que atraviesan el Sena.
Ciertamente, mucho se ha escrito sobre esta ciudad apasionante, pero es posible que el mejor libro sobre París sea el que nunca se terminó de escribir. Se trataría de un libro sin principio ni final, un esbozo interminable de la ciudad que ha cautivado a artistas e intelectuales de  generaciones perdidas y recobradas. Es que “París no se acaba nunca”, como escribió Ernest Hemingway al final de París era una fiesta, o como Enrique Vila-Matas tituló a uno de sus libros. Sería un libro que contiene libros ya escritos y los que están por venir, un libro que nos lleve a otros libros: uno como el Libro de los Pasajes de  Benjamin, inconcluso e inacabable al igual que la misma Ciudad Luz.
Así como en París comulgan diversas culturas, las artes también se entremezclan. Una magnífica prueba de ello es la última película del genial Woody Allen titulada "Medianoche en París". La vi en el cine hace un par de meses y recientemente con mis alumnos de literatura europea. Para quienes creemos que la literatura nos sigue a todas partes, esta película resulta ideal.
Gil, el alter ego de Allen, es un escritor americano del siglo XXI, que a las campanadas de medianoche se sumerge mágicamente en la década del 20 y conoce a sus idolatrados autores como Hemingway, Scott Fitzgerald y la quisquillosa Zelda, a la Generación Perdida de G. Stein, y además todos los artistas que dieron luz a la ciudad en esa época. Comparte con ellos su novela que es bien recibida en el ambiente. De la película se desprende que nadie está conforme con la época que le ha tocado vivir. Pero al final hay como una epifanía, Gil parece encontrar lo que andaba buscando,  una linda muchacha de su tiempo verdadero, que comparte su forma de ver la vida,  lo acompaña bajo la lluvia de París, que es el lugar y la época donde decide finalmente quedarse. La magia del cine y la magia de la literatura hacen posible que resulte verosímil los cambios del tiempo y los espacios que se presentan en la película. También es infaltable el humor. Con esta película Woody vuelve a inventar una ciudad como París.
Pero París es una ciudad inacabable y quizá precisamente por eso todos los libros y películas que se escriban  y hagan sobre ella siempre serán inconclusos, “porque el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra” como escribió Hemingway, o más bien porque cada uno inventa a su manera la ciudad que más ha amado y funda en ella un espacio real e imaginario, único y diferente a la vez.  



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