domingo, 25 de marzo de 2012

EL PUÑO INVISIBLE.

Pocas veces recuerdo haber leído un libro de cerca de quinientas páginas con tanta emoción y sin ganas de querer desprenderme de él.  Que una novela lo haga no sería raro, pero un libro de ensayo resulta especial. No di con él casualmente, porque a las librerías arequipeñas no llegan pronto los buenos libros o a veces nunca llegan, el hecho es que un artículo de Vargas Llosa que apareció hace más de un mes en un diario me motivó a buscarlo por todas partes. Felizmente la búsqueda concluyó esta semana, el libro "El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales" de Carlos Granés por fin llegó a mis manos desde Lima.
Fue inevitable asociar la lectura frenética de este ensayo con mis visitas a museos de arte (pos)moderno que hice en algunas ciudades como Madrid o Nueva York, en donde me sentí un poco menos que ignorante cuando me detenía a ver unos cuadros a los que no encontraba sentido alguno. Si no fuera por las explicaciones que escuchaba por el audífono o las notas que acompañaban a las obras, lo hubiera considerado un sinsentido; sin embargo, a medida que iba leyendo el libro de  Granés, iba comprendiendo por qué el arte contemporáneo ha pretendido romper los parámetros de nuestro intelecto y nuestra sensibilidad con muestras a veces absurdas, obscenas, delirantes, muchas veces frívolas. El arte ha devenido en un discurso, incluso ha dejado su materialidad para convertirse solo en idea, como una muestra a la que se refiere el ensayista colombiano donde todo consistía en apagar las luces del salón o mutilarse frente al público. Es un discurso que va de la mano de una teoría que pretende cuestionar todo lo existente, pero nos priva de algo fundamental: la belleza, y dudo que esta sea efímera, lo que es efímera es más bien es nuestra permanencia en esta sociedad del espectáculo que consumimos a diario por diferentes medios de comunicación que son los que finalmente deciden que algo sea considerado como arte.
Voy a releer el libro de Carlos Granés para detenerme como uno se detiene frente a algo que ha deslumbrado todos los sentidos, estoy segura que la relectura me devolverá otra vez esa loca alegría que provoca el aprendizaje permanente, y seguramente recibiré otro maravilloso knock out.

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