Hace unas semanas, una amiga me encargó una de las tareas más gratas que he realizado este fin de año: comprar libros de literatura para la Biblioteca de Humanidades. Así que hice mi feliz recorrido por las diversas librerías de la ciudad y aproveché la Feria del Libro que se realizó en Umacollo. Si bien no encontré las últimas novedades de los catálogos de las mejores editoriales que consulté en internet, mis hallazgos son bastante rescatables.
Entre las joyas que compré figuran una serie de autores que hace tiempo anhelaba leer y que espero les sirva a los estudiantes de literatura apenas regresen de sus vacaciones de verano. Así en la lista de nuevas adquisiciones para dicha Biblioteca ellos podrán encontrar "Crítica y ficción" de Ricardo Piglia, "Poses de fin de siglo" de Sylvia Molloy, "Arguedas-Vargas Llosa: dilemas y ensamblajes" de Mabel Moraña, "César Vallejo: la escritura del devenir" de Julio Ortega, "Curso de literatura europea" de Vladimir Nabokov, "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino, "El imperio eres tú" de Javier Moro, "Autobiografía" de Chesterton, "Vidas imaginarias" y "El deseo de lo único. Teoría de la ficción" de Marcel Schwob, "Solo para mujeres" de Clarice Lispector, "Neguijón" de Fernando Iwasaki, "El cielo protector" de Paul Bowles, y un largo etcétera que se suman a los estantes de esta Biblioteca.
Una de las excelentes novelas que también figura en esa lista es "Libertad" del escritor norteamericano Jonathan Franzen. Sus casi setecientas páginas me envolvieron en una lectura placentera en sumo grado a lo largo de los últimos días de este fin de semestre. Hace tiempo no leía una novela con final "feliz" a pesar del drama que atraviesan sus personajes. Escrito a manera de una autobiografía de la protagonista, la historia va más allá de lo personal, ya que se constituye en una crítica a la sociedad americana. Se abordan distintos temas, entre ellos la cuestión ambiental. La convincente lucha de un activista que se dedica a cuidar la naturaleza, y en especial a proteger a la reinita cerúlea, un ave en vías de extinción, es uno de los asuntos que alcanza mayor interés para el lector, ya que funciona como una gran metáfora.
Cuando termine el verano podré volver a tener esos libros entre manos, luego que los bibliotecarios los pongan a disposición de los estudiantes y profesores. Ya quiero que llegue esa fecha, mientras tanto me dedicaré a leer los libros que me traje de los viajes que hice este año por librerías mexicanas y chilenas. Las próximas vacaciones prometen mucho. Un cielo protector se avisora para el 2015.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
lunes, 29 de septiembre de 2014
EL DÍA QUE ESCRIBÍ EN THE NEW YORK TIMES
Debí imaginar que viviría mi primera odisea en ese viaje al estado de Nueva York que planeé por varios meses. ¿Acaso
el nombre de Ithaca no me decía nada? La verdad es que mi cabeza antes del viaje solo se resumía en
tres letras: NYC. Lo mismo les pasaba a mis amigos con quienes acordamos
encontrarnos en el terminal 1 del aeropuerto John F. Kennedy para luego partir
juntos hacia Manhattan y finalmente
tomar el bus a Ithaca, ya que todos veníamos en vuelos distintos desde Perú. A nadie se le ocurrió pensar que un aeropuerto
es el lugar menos indicado para un encuentro, y más aún teniendo en cuenta que es el JFK es el más
transitado del mundo, ya que anualmente bordea los 50 millones de personas que
lo circulan. Entre tantos viajeros, vuelos y maletas, nunca llegamos a encontrarnos,
así que solo con mi colega nos
aventuramos en partir luego de una
espera de tres horas.
Llegamos cansadas y muy de noche al terminal de buses llamado Port
Authority. En las calles parecían que no dejaban de circular los cerca de 9
millones de neoyorkinos que habitaban la Gran Manzana. Si bien ya me encontraba
en pleno corazón de Manhattan, sentí de pronto que la cabeza de toda la ciudad
estaba frente a mí. Y no me equivoqué. Levanté la vista hacia el imponente edificio
de 52 pisos y pude leer las letras iluminadas del The New York Times. Comprendí de inmediato que estaba en el lugar
donde a diario se reinventaba el mundo. El edificio recién se había terminado de construir en el
2007, como respuesta a lo que pasó el 11 de setiembre. Su inventor, un arquitecto italiano llamado Renzo Piano, lo concibió “transparentemente”,
donde todos puedan verse. Entonces me vi frente a la ventana de una de esas
oficinas. Desde ahí podía divisar a los viajeros de todo el mundo que arribaban
o partían de Port Authority. De pronto el llamado de mi amiga me sacó de mis cavilaciones. Me dijo que el próximo bus a Ithaca salía en un par de horas. Entonces me acomodé en una de las bancas del terminal a la espera del siguiente viaje. Saqué mi cuaderno azul de viajes y comenzé a escribir mi crónica del viaje. Entre sueños me vi escribiendo a través de esa ventana, y también vi la nueva portada del The New York Times. Ahí aparecía mi crónica y por supuesto mi nombre. Cuando desperté vi que mi amiga dormitaba profundamente, lo que no vi fue nuestro equipaje por ninguna parte.
viernes, 29 de agosto de 2014
DÍA DE LOS MUERTOS
Regresé casi de noche a Santiago. Me sentía feliz por ese peregrinaje poético. Desde mi ventanilla vi la ciudad iluminada. Recorrimos algunas comunas hasta llegar a Providencia. Cuando pasaba por la plaza Italia, vi que en el Teatro de la Universidad de Chile, el Coro Sinfónico de Francia iba a interpretar “Canto General”. Quinientas voces me devolvieron a Neruda. No hubo para mí mejor Día de los Muertos. Ahora mi amigo está muerto, se llamaba Aristóteles España y también era poeta. Creo que desde esa fecha no he vuelto al sur, pero pienso que siempre habrá motivos para regresar a Chile: en setiembre Nicanor Parra cumple 100 años, es un gran motivo para festejarlo frente al mar.
lunes, 28 de julio de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
UN BLUES PARA WOODY
Recorrí todo Central Park de sur a norte con la esperanza de cruzarme en el camino con el gran Woody Allen. Estuve atenta a cada persona que tenía sus rasgos más característicos: su figura delgada, sus lentes gruesos, su cabellera revuelta. Leí en alguna revista que suele pasear en ese inmenso parque de Manhattan, pero no logré encontrármelo, También atravesé los puentes neoyorquinos que aparecen en sus películas, ni una señal; sin embargo, sentía que en alguna parte de Nueva York él estaba sentado en una banca o en un café escuchando una melodía de jazz.
He visto gran parte de su producción cinematográfica; he disfrutado y admirado Annie Hall, Manhattan y Hannah y sus hermanas, pero sin duda siento una mayor inclinación por sus más recientes películas, en especial Medianoche en París, A Roma con amor, y ahora Blue Jasmine. Justamente ayer se entregó el Oscar como mejor actriz a Cate Blanchett por su protagonismo en Blue Jasmine, en ese rubro también estaba nominada mi siempre favorita actriz Meryl Streep por Agosto: condado de Osage, que aún no he visto. La noticia no dejó de alegrarme, pero hubiera querido también que esta película obtuviera el galardón por mejor guion, ya que el nominado era el mismo Woody Allen.
Debo confesar que sus películas me enseñaron a ver la vida con humor, en especial me enseñaron a reírme de mí misma y del dramatismo del amor. Quizá ninguna película como Melinda y Melinda plantea tan bien la cuestión de la comedia y la tragedia a partir de una misma historia; o cómo se siente perderlo todo después de haber disfrutado de una desmedida riqueza, tal como le sucede a la protagonista de Blue Jasmine, que vive su propia tragedia.
El éxito de esta última película no se ha visto opacada por el escándalo que ha surgido a partir de las acusaciones que ha hecho la propia hija de Woody Allen sobre un supuesto abuso sexual, que el cineasta ha negado rotundamente. En realidad, es un verdadero drama que ha causado dolor a muchas personas, incluidos las que admiramos el talento del director neoyorquino. Es duro para cualquier persona que en los últimos años de su vida sobrevengan acusaciones de este tipo por parte de quienes han compartido parte de su vida. Estoy segura que Woody está luchando actualmente contra ese dolor. Las heridas quedan en el alma y se desbordan en la mirada. Personalmente, nunca vi la vejez en su rostro, su humor y genialidad lo cubrían todo en la pantalla.
He visto gran parte de su producción cinematográfica; he disfrutado y admirado Annie Hall, Manhattan y Hannah y sus hermanas, pero sin duda siento una mayor inclinación por sus más recientes películas, en especial Medianoche en París, A Roma con amor, y ahora Blue Jasmine. Justamente ayer se entregó el Oscar como mejor actriz a Cate Blanchett por su protagonismo en Blue Jasmine, en ese rubro también estaba nominada mi siempre favorita actriz Meryl Streep por Agosto: condado de Osage, que aún no he visto. La noticia no dejó de alegrarme, pero hubiera querido también que esta película obtuviera el galardón por mejor guion, ya que el nominado era el mismo Woody Allen.
Debo confesar que sus películas me enseñaron a ver la vida con humor, en especial me enseñaron a reírme de mí misma y del dramatismo del amor. Quizá ninguna película como Melinda y Melinda plantea tan bien la cuestión de la comedia y la tragedia a partir de una misma historia; o cómo se siente perderlo todo después de haber disfrutado de una desmedida riqueza, tal como le sucede a la protagonista de Blue Jasmine, que vive su propia tragedia.
El éxito de esta última película no se ha visto opacada por el escándalo que ha surgido a partir de las acusaciones que ha hecho la propia hija de Woody Allen sobre un supuesto abuso sexual, que el cineasta ha negado rotundamente. En realidad, es un verdadero drama que ha causado dolor a muchas personas, incluidos las que admiramos el talento del director neoyorquino. Es duro para cualquier persona que en los últimos años de su vida sobrevengan acusaciones de este tipo por parte de quienes han compartido parte de su vida. Estoy segura que Woody está luchando actualmente contra ese dolor. Las heridas quedan en el alma y se desbordan en la mirada. Personalmente, nunca vi la vejez en su rostro, su humor y genialidad lo cubrían todo en la pantalla.
martes, 21 de enero de 2014
MÚSICA EN CENTRAL PARK
Es común encontrar a talentosos músicos cuando uno pasea por Central Park. Nadie puede ignorarlos porque sus melodías nos acompañan mientras recorremos los caminos bordeados de árboles o circundamos los pequeños lagos que reflejan los altísimos edificios de Manhattan. En general, cuando uno piensa en Nueva York no puede obviar la música que se desprende de esa gran ciudad. Música en el metro, música en los cafés, música en las librerías, por supuesto, todo Broadway es música, ni qué decir de los clubes de jazz que abundan en la Gran Manzana.
Gracias a mi amiga Beth conocí Blue Note y un lugar acogedor en West Village llamado Arthur's Tavern, adonde regresé un año después con unos amigos de mi universidad. Escuchar jazz ahí saboreando una cerveza artesanal es lo mejor que se puede pedir en una noche de verano neoyorkino. No fui al Lincoln Center ni al National Jazz Museum in Harlem. Ójala sean mis próximas visitas.
New York-Jazz son dos caras de la misma moneda. He aquí un excelente enlace para escuchar la magia de esa maravillosa improvisación musical: www.jazzradio.com
Gracias a mi amiga Beth conocí Blue Note y un lugar acogedor en West Village llamado Arthur's Tavern, adonde regresé un año después con unos amigos de mi universidad. Escuchar jazz ahí saboreando una cerveza artesanal es lo mejor que se puede pedir en una noche de verano neoyorkino. No fui al Lincoln Center ni al National Jazz Museum in Harlem. Ójala sean mis próximas visitas.
New York-Jazz son dos caras de la misma moneda. He aquí un excelente enlace para escuchar la magia de esa maravillosa improvisación musical: www.jazzradio.com
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