miércoles, 10 de diciembre de 2008


EL VALLE DE ELQUI Y SUS POETAS

En uno de sus artículos publicados en el diario El Mercurio, en 1925, Gabriela Mistral calificaba a Coquimbo como una provincia en desgracia porque se había dedicado mayormente a la actividad minera dejando de lado el cultivo de la tierra; en cambio, de los hijos del valle de Elqui decía: “Ese elquino, arriero después de la cosecha, antes hortelano y vendimiador, es el hombre mejor de la provincia”. Esas eran las impresiones que tenía entonces la Premio Nobel de Literatura de 1945 sobre la región donde había nacido un 7 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña.

En la actualidad, Coquimbo se constituye como la IV Región de Chile y se ubica entre el gran desierto de Atacama y la zona central del territorio chileno. Su capital es la ciudad de La Serena y está conformada por tres provincias. Una de ellas es la provincia de Elqui, cuya capital es la ciudad de Coquimbo. Precisamente, estas dos ciudades, La Serena y Coquimbo, junto a Vicuña, Paihuano, Monte Grande y Pisco Elqui, fueron los escenarios del “Segundo Congreso de Poesía de la Región de Coquimbo y el Mundo Andino” realizado entre el 12 y 14 de octubre de este año. Ahí se congregaron poetas provenientes de Argentina, Bolivia, Perú y Chile, y contó con el patrocinio de la Universidad Católica del Norte, el Gobierno de la Región Coquimbo y la Sociedad de Escritores de Chile.

La actividad poética en el valle de Elqui, y en general, en la región de Coquimbo, parece haber suplido ahora las otras actividades que reclamaba Gabriela Mistral en esos años; ya que desde siglos pasados, los poetas han hecho de esta tierra un lugar donde la el cultivo de la poesía adquiere tanta o mayor importancia que los viñedos o los lagares. Arturo Volantines, el principal promotor del Congreso y una de las voces más autorizadas de la poesía del norte de Chile, en la Antología de la poesía del valle de Elqui (Ediciones universitarias, Universidad Católica del Norte, 2002) hace un recuento del quehacer poético de la región en los últimos siglos, poniendo énfasis en el siglo XX, cuando quedó consagrada la figura de Lucila Godoy Alcayaga con el máximo galardón literario a nivel mundial.

Arturo Volantines, en dicha Antología también habla del mítico café Tito’s, ubicado en La Serena, que alcanzó notoriedad en los momentos más difíciles de la dictadura, ya que los poetas acudían ahí a leer sus textos, y de paso dar muestras de solidaridad con los detenidos y desaparecidos por el régimen. Volantines anota: “Son muchas las instituciones y los hechos que surgieron desde el café Tito’s. Lo fundamental fue la maduración de más de una veintena de poetas (...) A lo menos se trata de una generación humana y de una promoción literaria, porque coincide este grupo en un episodio histórico -Lar- , un tiempo histórico -los `80- (...) No eran poetas uniformes; estaban contra todo lo uniformado. Lo que une a estos poetas, al decir de Milán Ivelic, es una ‘reacción`, y esto es lo verdaderamente esencial en una generación”.

Los poetas del Valle de Elqui, al sentir la indiferencia y postergación de sus connacionales, como fue el propio caso de la Gabriela Mistral que no fue incluida en las antologías de la época ni le fue concedido oportunamente el Premio Nacional de Literatura, sino hasta seis años después que recibiera el Nobel, han considerado necesario abrir sus alas a otros terrenos fronterizos. Una muestra de ello se dio el año pasado cuando publicaron Poesía contemporánea de los Andes, una antología que reúne a veinte poetas de la Región de Coquimbo y de la Provincia de San Juan, Argentina. En el prólogo de esta impecable edición, Luis Aguilera destaca que las historias y culturas de Chile y Argentina están estrechamente unidas a pesar de la separación cordillerana y “se va gestando así una literatura que dialoga insistentemente con su contexto, y que no sólo lo hace con palabras, sino sobre todo con silencios, con vacíos y omisiones. La lírica es sin lugar a duda el género que mayor vitalidad tiene en este proceso”.

Otro de los intentos para trascender las fronteras, fue el Segundo Congreso de Poesía de la Región Coquimbo y el Mundo Andino, antes aludido. Julio Piñones, docente de la Universidad de La Serena, en su ponencia La poesía del norte de Chile vive y seguirá viviendo “rechaza los intentos de negarla y descalificarla adosándole el canon de ‘literatura regional`, opuesta a lo que es la ‘literatura nacional o santiaguina`. Se duda del uso de la voz ‘canon` en medio de la total ruptura de los cánones. ¿Hasta cuándo se pretende denigrar el arte surgido en un espacio de Chile, con las limitaciones y las potencialidades que muestran otras regiones, incluyendo la región metropolitana? Ayer, como hoy, enfrentamos el uso peyorativo de esta reducción.”

Por otro lado, la delegación peruana estuvo integrada por Winston Orrillo, José Luis Ayala, Julia Barreda y la autora de estas líneas. Es preciso señalar que la experiencia en dicho Congreso sirvió para confirmar algo que también pasa en nuestro país y seguramente en cualquier país latinoamericano: el centralismo cultural; sin embargo, también ha servido para afianzar la idea de que la literatura se constituye como una fuente dinámica y auténtica de registro de imaginarios y de constitución de identidades. Todo el calor y afecto humanos que se sintió durante el desarrollo del evento, asimismo hizo reavivar la esperanza de construir una Latinoamérica unida.

Finalmente, así como Gabriela Mistral escribiera en su poema Atacama: “En arribando a Coquimbo/ se acaba el Padre-desierto,/ queda atrás como el dolor/ que nos mordió mucho tiempo,/ queda con nuestros hermanos/ que en prueba lo recibieron/ y que después ya lo amaron/ como ama sin ver el ciego”, hoy se puede decir que en Coquimbo, la poesía así como el pisco de Elqui no solo permiten hermanar a los pueblos latinoamericanos sino también ampliar sus horizontes culturales .

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