sábado, 12 de noviembre de 2011

PARÍS A MEDIANOCHE

Hay ciudades que antes de conocerlas se nos presentan como un cuento de hadas. En el caso de París, esta emerge como una ciudad imaginada y real al mismo tiempo, una ciudad eterna cuya belleza deslumbrante despierta todos los sentidos. Se la visualiza, se la escucha, se la toca, ya sea desde sus boulevares, ya sea desde lo alto de la Torre Eiffel o tal vez desde cualquiera de los puentes que atraviesan el Sena.
Ciertamente, mucho se ha escrito sobre esta ciudad apasionante, pero es posible que el mejor libro sobre París sea el que nunca se terminó de escribir. Se trataría de un libro sin principio ni final, un esbozo interminable de la ciudad que ha cautivado a artistas e intelectuales de  generaciones perdidas y recobradas. Es que “París no se acaba nunca”, como escribió Ernest Hemingway al final de París era una fiesta, o como Enrique Vila-Matas tituló a uno de sus libros. Sería un libro que contiene libros ya escritos y los que están por venir, un libro que nos lleve a otros libros: uno como el Libro de los Pasajes de  Benjamin, inconcluso e inacabable al igual que la misma Ciudad Luz.
Así como en París comulgan diversas culturas, las artes también se entremezclan. Una magnífica prueba de ello es la última película del genial Woody Allen titulada "Medianoche en París". La vi en el cine hace un par de meses y recientemente con mis alumnos de literatura europea. Para quienes creemos que la literatura nos sigue a todas partes, esta película resulta ideal.
Gil, el alter ego de Allen, es un escritor americano del siglo XXI, que a las campanadas de medianoche se sumerge mágicamente en la década del 20 y conoce a sus idolatrados autores como Hemingway, Scott Fitzgerald y la quisquillosa Zelda, a la Generación Perdida de G. Stein, y además todos los artistas que dieron luz a la ciudad en esa época. Comparte con ellos su novela que es bien recibida en el ambiente. De la película se desprende que nadie está conforme con la época que le ha tocado vivir. Pero al final hay como una epifanía, Gil parece encontrar lo que andaba buscando,  una linda muchacha de su tiempo verdadero, que comparte su forma de ver la vida,  lo acompaña bajo la lluvia de París, que es el lugar y la época donde decide finalmente quedarse. La magia del cine y la magia de la literatura hacen posible que resulte verosímil los cambios del tiempo y los espacios que se presentan en la película. También es infaltable el humor. Con esta película Woody vuelve a inventar una ciudad como París.
Pero París es una ciudad inacabable y quizá precisamente por eso todos los libros y películas que se escriban  y hagan sobre ella siempre serán inconclusos, “porque el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra” como escribió Hemingway, o más bien porque cada uno inventa a su manera la ciudad que más ha amado y funda en ella un espacio real e imaginario, único y diferente a la vez.  



lunes, 7 de noviembre de 2011

NABOKOVIA PERUVIANA: EL LIBRO DE LA MEMORIA, LA HISTORIA Y CONTRA EL OLVIDO

Todos los libros tienen una historia, y la historia de la publicación de Nabokovia Peruviana se remonta a un viaje que realicé el año pasado  a Europa. Entre mi equipaje de  mano llevaba el libro El descubrimiento de España de Fernando Iwasaki, el cual me sirvió como una guía literaria del país al que por primera vez visitaba. Por intermedio de un amigo común, el escritor Juan Manuel Chávez, pude conocer en Sevilla al autor de este  libro que hoy presentamos en el marco de la clausura de la  Feria del Libro Ricardo Palma 2011. Nunca había pasado por mi mente la idea de que un día se publicaría una obra suya con el sello de Aquelarre Ediciones. Mi procedencia de Arequipa y ser parte de una editorial arequipeña creo que animó a Fernando en ese momento a tener un libro arequipeño.
¿Qué motivaciones tenía Fernando Iwasaki para publicar este hermoso libro donde la Ciudad Blanca cumplía un lugar importante? Era la pregunta que me hacía antes de conocer propiamente el texto a editarse en los siguientes meses. Cuando  pude leerlo luego a través de la pantalla comprendí sus razones. Desde la dedicatoria a sus dos grandes amigos arequipeños, Jorge Eduardo Benavides y Carlos Herrera, hasta el colofón en el que aparece nuestro gran Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, pasando por el epígrafe donde figura una postal de Julio Cortázar aludiendo directamente a Arequipa, y los variados ensayos sobre escritores arequipeños como Alberto Hidalgo y Alberto Guillén, entonces comprendí su decisión. Pero sobre todo había una razón  mayor y poderosa: Arequipa era el paraíso de su infancia, tal como lo expresa en el prólogo de Nabokovia Peruviana, a manera de un delicado testimonio.
Pero este libro no solo es un homenaje a Arequipa y al recuerdo de esa infancia feliz, sino también un homenaje a escritores peruanos olvidados, transterrados y desleídos. Por ello en Nabokovia Peruviana, Fernando Iwasaki se propone rescatar la obra de esos autores que estuvieron de forma temporal o se establecieron de manera definitiva en algunos países  europeos como España y Francia durante la primera mitad del siglo XX. Así registra el paso de José Santos Chocano, Felipe Sassone, Félix del Valle, Manuel Bedoya, los hermanos Xavier y Pablo Abril de Vivero, Rosa Arciniega, Ventura García Calderón, Clemente Palma, César Vallejo, Angélica Palma, Manuel Bedoya, Héctor Velarde, Alberto Hidalgo y Alberto Guillén, y cómo estos fueron recibidos por el ambiente literario español de entonces liderado principalmente por los críticos y escritores Rafael Cansinos Asséns, César González-Ruano y Ramón Gómez de la Serna. Si bien algunos merecieron el reconocimiento y la gloria por su obra, otros lograron solo la indiferencia y el olvido, y también algunas generaron pleitos y escándalos literarios, como fue el caso de Alberto Hidalgo y Alberto Guillén.
La mirada irónica y el infaltable humor con que se ocupa no solo de los dos autores arequipeños, provoca a su vez el deseo  de releer y revisar sus obras y conocer detalles de sus peculiares vidas, lo cual da pie incluso a una desmitificación de ciertas figuras de nuestra literatura peruana. Tal es el caso de Hidalgo de quien nos dice: “No es fácil encontrar un parecido en toda la literatura universal, pues su talento y su obra pasaron a un segundo plano por culpa de su personalidad atrabiliaria y retorcida. No habló bien de casi nadie y habló mal de casi todo el mundo” (p. 77). Y de Alberto Guillén, a propósito de la reedición de La linterna de Diógenes (2001) Iwasaki anota lo siguiente: “Ahora ha sido rescatado mas no rehabilitado”. En efecto, los doce ensayos que conforman el libro invitan al lector a volver a los escritores del pasado y dar nuevas lecturas de sus obras ya sea para rehabilitarlos, revalorarlos o simplemente  para sacarlos del olvido.
En algún momento, Fernando Iwasaki señaló que “este es un libro de una erudición peregrina, un libro que sale de las búsquedas por librerías de viejo, librerías de lance”, y justamente en el último ensayo titulado “A la memoria de una piedra sepultada entre ortigas” el autor dice: “Siento una especial predilección por esos escritores menores cuya obra se ha desleído en la niebla o desmigajado en los estantes de las librerías de viejo”(p. 123). Es que precisamente este es un libro de ensayos dedicado a autores olvidados, cuyos libros fueron adquiridos por el autor en bibliotecas inverosímiles no solo de España sino también de América Latina y que muchos de ellos ni siquiera figuran en la Biblioteca Nacional del Perú. Esa afición por la búsqueda de libros viejos lo acerca a la afición que tenía Vladimir Nabokov para coleccionar mariposas. Precisamente, el título del libro proviene de uno de los ensayos dedicados a este gran escritor ruso que soñaba con cazar y clasificar mariposas del ande peruano mientras realizaba sus investigaciones entomológicas en la Universidad de Harvard.
Además del seguimiento que hace de los autores mencionados, Iwasaki rastrea la presencia de personajes peruanos en la literatura universal. De tal forma encuentra en la obra de Edgar Alan Poe, en Tolstoi, Thomas Mann, Marcel Proust, etc., peculiares personajes que tienen un sello particular. Por ejemplo, el personaje peruano llamado Jupien que aparece en la obra de Marcel Proust; o la referencia al cielo triste de Lima en Moby Dick de Hermann Melville; o los personajes que aparecen “siempre abrigados con sus chaquetas de alpaca incluso en verano” en La montaña mágica de  Thomas Mann (p. 99), etc. Singulares personajes cuya presencia en la literatura universal nos hace reflexionar sobre  ¿cómo somos vistos los peruanos? o ¿cómo somos representados en la literatura?, ¿acaso pervive la mirada exótica sobre el Perú? y ¿acaso Nabokovia Peruviana no será también un libro exótico?
De hecho la  doble condición de escritor e historiador de Fernando Iwasaki permite que la relación entre ficción y realidad se troquen adrede, así en su breve ensayo sobre un cuento de E.A. Poe titulado “Cómico, satánico y peruano”, donde el protagonista muere de un colerón  por culpa de un pájaro peruano,   que resulta ser un “ortolan”,  el autor nos dice: “No estoy dispuesto a consentir que la realidad me arruine la ficción” (p.110),  y acepta sin más que el ave sea peruana porque le da verosimilitud al cuento cómico de Poe,  aunque la Enciclopedia Británica diga que es un ave europea que jamás vuela hacia el Perú. Realidad y ficción entonces se entremezclan para ofrecernos otro mundo posible que es el que genera el universo literario. Quizá precisamente por ello el libro Nabokovia Peruviana da cuenta de una nueva realidad creada por la literatura, una realidad que adquiere colores propios, en este caso blanquirrojos como nuestra bandera representada por todos los autores y personajes de los que el autor se ocupa en su libro.
Finalmente, Fernando Iwasaki escribe en el prólogo: “He querido reunir estas notas volanderas en un libro editado con primor y susceptible de ser adquirido como un arte factum precioso”. Por eso esta coedición entre Aquelarre ediciones y la editorial La isla de Siltolá de Sevilla va en ese sentido, un libro objeto que procure al lector el placer de tocarlo, hojearlo y atraparlo en la lectura.  Esta coedición arequipeño-sevillana, ciudades que reúne el atlas sentimental del autor,  ha hecho posible que Nabokovia Peruviana emprenda un vuelo intercontinental. En tal sentido,  nos sentimos complacidas  en coeditar este fascinante libro de Fernando Iwasaki, cuyas páginas nos hacen imaginar a las delicadas mariposas de Nabokov que al batir sus alas remueven los recovecos del  tiempo y la memoria y con ello nos permite rescatar las obras de aquellos peruanos que emprendieron un vuelo lejano y escribieron sus libros en el exilio tal vez como una forma de luchar contra el olvido.

viernes, 7 de octubre de 2011

CARTAS

Si uno pudiera escribir la vida entera en una carta, se justificaría la vida dedicada a esa carta. El destinatario será siempre el eterno oyente que pacientemente recepciona tus alegrías, tus penas, tus angustias. A veces ese destinatario no existe, pero resulta fácil inventarse uno. Basta con escribir las primeras palabras y ya en alguna parte del universo habrá alguien dispuesto a captar tu mensaje.
 Hay dos placeres complementarios, el que te respondan y leer las cartas de otros que han hecho de este medio un verdadero arte. En estos días me convertí en la destinataria de muchas cartas, de personajes antiguos que nunca conocí. Pedro Salinas, la gran voz poética de la Generación del 27, fue uno de ellos. Más que sus cartas quedé alucinada con su ensayo "En defensa de la carta misiva y la correspondencia epistolar". También pasaron por mis ojos las cartas de un precursor arequipeño, el gran Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Me aguarda en mis secretos anaqueles las cartas entre Walter Benjamin y Gretel Adorno, una reciente y valiosa adquisición. Son compañeras de estante las cartas de Mariátegui con importantes personajes de la época como Unamuno, y asimismo, las cartas de amor que Neruda escribió a Matilde Urrutia. Son cartas de diferentes estilos y tonos, de distintos tiempos y lugares, de emisores únicos, pero son cartas que cuando uno acaba de leer, queda aún más convencida que hay una necesidad imperiosa de escribir a alguien y saber que  hay una respuesta que está esperándonos. Y como dice el mismo Salinas: "He aquí el círculo social mínimo de la carta: dos personas. Es el número de la perfecta intimidad, el más semejante al número del amor".

lunes, 19 de septiembre de 2011

Presentación de libro: "Nabokovia Peruviana" de Fernando Iwasaki

Entrevista al autor sobre el libro:  
http://elbuho.pe/2011/09/18/arequipeno-de-comienzo-a-fin/

FERNANDO IWASAKI (Lima, 1961)
Narrador, ensayista, crítico e historiador.  
Es autor de  las novelas Neguijón (2005) y Libro de mal amor (2001), y de los libros de cuentos España, aparta de mí estos premios (2009), Helarte de amar (2006), Ajuar funerario (2004), Un milagro informal (2003), Inquisiciones Peruanas (1997). Como ensayista es autor de rePUBLICANOS (Premio Algaba de Ensayo, 2008), Mi poncho es un kimono flamenco (2005) y El Descubrimiento de España (1996), y sus crónicas han sido reunidas en Sevilla, sin mapa (2010), La caja de pan duro ( 2000) y El sentimiento trágico de la Liga (1995). Su última publicación es Nabokovia Peruviana (2011).
Sus relatos han sido recogidos en varias antologías de España y América Latina, y su obra ha sido traducida al ruso, inglés, francés, italiano, rumano y coreano.
Desde 1989 reside en Sevilla, donde es columnista del diario ABC y director de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco.   
(Extraído de http://www.fernandoiwasaki.com/)



viernes, 15 de julio de 2011

domingo, 3 de julio de 2011

VENTANAS DE MANHATTAN

Al despertarme esos días en Nueva York, lo primero que veían mis ojos era una gran ventana por la que veía transcurrir las primeras horas del día en esa gran ciudad. La vista que tenía daba a un costado del Central Park, de modo que se podía apreciar el techo de edificios pequeños y la silueta de las calles bordeadas por los árboles de otoño. Lo impresionante eran los edificios del fondo, inmensos e imponentes, con figuras geométricas claramente definibles, pero que no alcanzaban a cubrir todo el cielo de la Gran Manzana.  Al cerrar mis ojos ahora, se me vienen a la mente esa misma ventana y esos mismos edificios pero ahora iluminados con toda la potencia de sus luces que desprendían en las noches.
Ayer, mientras pasaba por una librería, encontré un libro que me trajo el recuerdo de esos días: "Ventanas de Manhattan" de Antonio Muñoz Molina. De este autor sólo había leído  sus crónicas y artículos que publica en El País. Hace tiempo que quería leer un libro suyo y ayer fue el inicio de ese grato momento.  Es increíble el poder de las palabras, cada una de las que el autor ha puesto en cada capítulo, escritos como sin respiración,  me hacen recobrar la magia que se desprende de esa ciudad, quizá precisamente porque es a través del lenguaje con que construimos las ciudades, el mundo que habitamos y creamos constantemente.
Aquí un fragmento de este libro:
"Me perdía entonces por la ciudad tan completamente como no he vuelto después a perderme, ni en ella ni en ninguna otra, sin distinguir los puntos cardinales y sin la menor idea de lo que podía encontrarme al doblar una esquina, con esa sobriedad hecha a medias de asombro desmedido y cansancio, del impacto causado por las escala de las distancias, las alturas, los puentes, las multitudes, los ríos. Echaba a andar con las manos en los bolsillos y me dejaba llevar en una línea quebrada de itinerarios azarosos, rápidamente extraviado en la cuadrícula abstracta de la ciudad, mareado por la monotonía de las distancias entre una calle y otra, por la gradación ascendente o descendente de números que no sabía hacia dónde me estaban conduciendo..."

martes, 28 de junio de 2011

JUNIOS MARINOS Y LIMEÑOS


 Hace unos días estuve en Lima por varios asuntos. Es curioso que la agitación que se vive en esa ciudad, por el contrario, a mí me provoca sosiego, y a pesar del corto tiempo que paso allá aprovecho para hacer muchas cosas. Si bien el viaje en bus es muy largo, me da una gran alegría despertarme y ver por la ventanilla el recorrido que va desde Cañete hasta la misma ciudad, es como si persiguiera la brisa del mar y todas las agradables sensaciones que despiertan en mí.
Esta vez encontré una ciudad literalmente gris, pero tampoco eso influyó en mi estado de ánimo, mucho menos la menuda garúa que caía por algunas zonas. Recordaba la grisura de París y cómo Vila Matas frecuentemente la mencionaba en una de sus novelas. Recordaba también la ironía de Luis Loayza en su magistral ensayo "El sol de Lima" en la que se preguntaba cómo era posible que Lima sea una ciudad tan húmeda que a veces parece submarina y que la niebla haya vuelto a sus habitantes un poco anfibios. En cambio, a mí me encantaría escribir algo titulado como "El mar de Lima" y sentir a sus habitantes como peces que nadan libremente lejos de la playa y cerca de los islotes que se divisan en el horizonte.
Otra cosa agradable que hice fue ir a las librerías, sobre todo visitar el nuevo local de El Virrey, y sentir en mis pies el acurrucamiento de un hermoso gato mientras hojeaba unos libros. Y luego, para cerrar el trajín del día, fuimos a un lugar llamado La Habana junto a dos buenas amigas, madre e hija. Las tres habíamos nacido en junio y para celebrar me invitaron un mojito. La música y el piqueo cubanos fueron el fondo perfecto para recordar ese maravilloso instante.

sábado, 4 de junio de 2011

RESPIRACIÓN ARTIFICIAL

Casi recién comienza junio y hay muchas cosas que celebrar, entre ellas, por ejemplo, una noticia que acabo de recibir: Ricardo Piglia ganó el premio Rómulo Gallegos con su novela Blanco nocturno. Si bien aún no he leído esa obra, imagino que será de la misma calidad e importancia que Respiración artificial, la cual sí  leí e hice leer a mis alumnos en la universidad.
Quizá en estos momentos de tanta trascendencia para nuestro país, un libro como Respiración artificial resulte propicio para escribir algo en torno a lo que viene ocurriendo en el Perú. La novela del escritor argentino fue publicada en 1980, cuatro años después del golpe militar que hizo el general Videla, una de las dictaduras más sangrientas de América Latina; sin embargo, el libro de Piglia no se constituye en una denuncia explícita de ese atroz momento de la historia argentina, sino, como toda buena literatura, de una manera oculta y magistral  nos muestra los tiempos oscuros que significaron esos momentos de miedo y opresión.
A través de cartas,  el escritor Emilio Renzi cuenta una historia familiar, su relación con su tío Marcelo Maggi y la biografía que este desea escribir sobre Enrique Ossorio, un personaje histórico que linda en la ambiguedad de ser traidor o héroe. También interviene un polaco que se había refugiado en Argentina, y que tiene una insólita teoría sobre la relación entre Kafka y Hitler. En realidad, de manera encubierta Piglia hilvana una historia de tiempos sombríos, en la que los personajes de distintas generaciones terminan suicidándose.
Ese clima opresivo descrito en la novela que se convierte en asfixiante, me recuerda los nefastos momentos que vivió el Perú en la década de los noventa, en la que los peruanos soportamos una de las dictaduras más terribles de nuestra historia, por los crímenes y la corrupción avergonzante, con medios de comunicación al servicio del gobierno y un presidente y asesor colmados de cinismo.
Si bien ahora vivimos una democracia, en estas semanas posteriores a la primera vuelta electoral, se percibe en el ambiente una atmósfera que pareciera estar envenenando el alma de los peruanos. Tal vez este domingo 5 de junio a la mayoría se nos va a formar un nudo en la garganta cuando emitamos nuestro voto. La incertidumbre campea, es cierto, pero también la indignación por un pasado funesto que amenaza repetir. Solo queda respirar muy profundamente, tararear quizá una canción como "Vivir sin aire" y borrar de una vez el miedo, para tener derecho a contar una historia diferente.

viernes, 20 de mayo de 2011

LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK

Es la primera vez que leo una obra del norteamericano Paul Auster. En general, casi nunca me atrajeron las novelas de misterio, pero debo confesar que esta me cautivó desde las primeras páginas y por eso la leí en poquísimo tiempo. La trilogía de Nueva York es una fascinante novela compuesta a su vez por tres historias: Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada. El hilo conductor que une a las tres es que se tratan de detectives que se ven envueltos en situaciones peculiares, en las que las identidades se trastocan constantemente y además hacen referencias a otras obras a las que les dan un giro.
"Ciudad de cristal" se inicia cuando Quinn recibe una llamada telefónica equivocada de un personaje que lo confunde con Paul Auster. Quinn asume la identidad de este y de pronto se ve siguiendo día y noche a Peter Stillman, el padre del personaje que lo había contratado. El seguimiento que hace  es sumamente riguroso, pero al final lo pierde de vista y luego se entera que este se había suicidado. Stillman es un personaje muy interesante y complejo.Como académico había escrito un libro sobre la religión y el lenguaje, y luego estaba empeñado en elaborar un nuevo lenguaje porque decía que las palabras ya no tenían correspondencias con las cosas.
La segunda historia igualmente se centra en un detective que persigue a un personaje, pero luego se confunden los roles. Los nombres de los personajes corresponden a distintos colores lo cual le da un toque especial a la historia. Y, finalmente,  el tercer relato gira en torno a la vida de un escritor, Fanshawe, que desaparece repentinamente y es su amigo de infancia quien le va a suplir en todas sus actividades, incluida el ser esposo, padre y albacea de las obras que había escrito y que nunca quiso publicar mientras estaba "vivo".
Lo que me encanta más de  la obra de Auster es la maestría con que recurre a otros textos engarzándolos en la trama de una manera que a la vista del lector parece natural, además hace cuestionar los límites entre lo ficcional y lo real, y qué decir del humor con que están escritos estos relatos.
Por último, leer una obra cuyo escenario es Nueva York de por sí se hace atrayente, más si  cuando el narrador hace referencia a ciertos lugares de la ciudad como Manhattan, Brooklyn o el río Hudson, recuerdo entonces los cortos pero inolvidables días por esos  lares y sus canciones: "I want to be a part of it/ New York, New York...".

miércoles, 18 de mayo de 2011

MARCADORES DE LIBROS

Entre los objetos más entrañables que tengo en mi casa, sin duda, los libros ocupan un lugar muy especial, pero ellos a su vez también guardan entre sus páginas otros objetos que me encantan : los marcadores. Tengo varios que he ido coleccionando a lo largo de los años, generalmente son los que vienen como parte del libro que compro en una librería, pero los más queridos son los que me regalan, a veces con un libro u otras veces, simplemente vienen solitos, como estos que aparecen en las fotografías.
Este es uno que me trajo como souvenir mi hija desde Canadá, es de madera y tiene un alce muy gracioso. Me gusta mucho su textura y que  sea de madera porque parece desprenderse de alguno de mis anaqueles.  Me acompañan en esa mágica aventura de leer cada día. En fin, marcan las páginas de mis libros de cabecera como si marcaran mi propia vida.
Estos otros dos también son regalos de amigos que visitaron lugares muy lejanos. Uno proviene desde tierras barcelonesas donde Gaudi pasó sus últimos años haciendo su obra maestra; y el otro desde las alturas del Corcovado brasileño. Además de marcadores por supuesto son recuerdos de amistad que mi memoria preserva con cariño.
Más allá del uso práctico del marcador que nos indica en dónde nos hemos quedado en la última lectura, lo que marca un libro no es en sí el objeto, es la fuerza de las palabras que contienen esa página al punto de removernos el alma. Cada página marcada puede significar un momento de profunda reflexión. También, por supuesto, un momento de aburrimiento por lo que no es posible continuar más con la lectura y preferimos descansar. 
Si cada uno de mis libros tuviera su propio marcador imagino que sería toda una coleccionista, pero no, no tengo tantos, y mejor que sea así. Creo que mis libros ya están lo suficientemente marcados.

sábado, 16 de abril de 2011

AQUÍ YACE EL POETA

 
El 15 de abril de 1938 falleció el poeta César Vallejo. Hay muertes que merecen ser recordadas tanto como los nacimientos, más aún de peruanos que traspasaron nuestras fronteras.
 
"PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA"
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...


miércoles, 30 de marzo de 2011

CABELLOS DE MUJER

 Uno de los cuadros que más me impactó en el MoMA de Nueva York  fue el "Autorretrato con pelo corto" de  Frida Kahlo. En la parte superior llevaba la siguiente inscripción que pertenece a la letra de una canción popular: "Mira que si te quise fue por el pelo. Ahora que estás pelona ya no te quiero". Corresponde a una de las etapas más críticas de su relación con Diego Rivera.
Mientras observaba el cuadro inmediatamente recordé el poema "Canto a mis cabellos" de Gloria Mendoza. Versos, colores y formas, se fusionan perfectamente.

CANTO A MIS CABELLOS

Soñé
enroscada
en mi cabellera
siento pena
por mis cabellos
que caen
y se van.
A veces
relucientes
suelen danzar
con la lluvia
tibiamente
ondulante
mi gesta
en la espuma
mi torpeza
en la peineta
Ellos
se esparcen
en los pueblos
que recorro
vuelan
con los vientos
Kandisnkyanamente
Oh música de colores
Suelen
lamer
los desperdicios
pobrecillos
mis cabellos
brillan
en las escobas
Se prenden
de las esquinas
guiñan
los ojos negros
desde los tachos
de residuos
Tengo nostalgia
por su ocaso
huyen de mi nombre
desbordan
mis tempestades
encuentran
nuevos cauces
se prenden del pico
de un avestruz
mi cabeza
bosque de totora
es un trazo
de un cuadro
Mis cabellos
huyen de su origen
se entierran
en los surcos
se trenzan
en el fondo
de nuevas islas
para nueva historia.
                                  Gloria Mendoza

miércoles, 23 de marzo de 2011

viernes, 18 de marzo de 2011

MADRES IN MOVIE

Esta semana vi varias películas, las dos últimas me conmocionaron mucho porque abordan uno de los temas que a todos incumbe: la maternidad, ya que si bien no todos somos madres, todos tenemos una madre. La que ayer vi con mi hija  se  llama "Marte necesita madres", y hoy terminé de ver "Madres e hijas".
La primera es una producción animada de Disney,basada en un libro homónimo de Berkeley Breathed. Cuenta el secuestro de una mamá por parte de unas marcianas y el consiguiente rescate por parte de su pequeño hijo que tiene que afrontar junto a sus amigos todo un sistema instituido en el que se ha borrado del mapa el amor, la amistad y el afecto. Con reminiscencias a los coloridos años sesenta del "peace and love", se logra calar en los espectadores la importancia que tiene los sentimientos para los seres humanos, sobre todo el amor desinteresado que siente una madre hacia su hijo, sentimiento que se extiende más allá de los planetas.
La otra película es un drama escrito y dirigido por Rodrigo García, hijo del laureado García Márquez. Aquí se van entrelazando la historia de varias mujeres, que en momentos cruciales de sus vidas enfrentan la maravillosa experiencia de ser madres y no siempre en las mejores condiciones.
El embarazo de una adolescente de catorce años, la obligada adopción y la imposibilidad de saber de su hija sino hasta un año después de su muerte, es el meollo de la historia de Karen, una mujer envejecida y atormentada que solo encuentra la paz cuando conoce a su nieta, dada en adopción por su hija Elizabeth antes de morir, a una mujer que nunca pudo concebir un hijo.
En ambas películas se resalta de manera muy notoria el rol de ser madre, pero también de manera implícita se destaca la importancia que tiene el rol masculino, sobre todo en el drama de García, si bien hay una ausencia del padre biológico, sin embargo hay un hombre que ayuda en la reconstrucción de esa maternidad truncada. La reconciliación parece darse cuando se reencuentran los lazos de sangre, pero también cuando se crean otros lazos más poderosos basados en el verdadero amor.

miércoles, 16 de marzo de 2011

ÁRBOLES DE INVIERNO

Así quedaron los árboles este invierno. Poco a poco perdieron sus hojas; las más fieles se quedaron regadas sobre el suelo, pero la mayoría se fue con el viento. Los árboles ya no eran más verdes ni amarillos ni anaranjados como en las estaciones pasadas, ahora eran grises y a veces blancos si caía la nieve.
Desprovistos de su follaje, me inspiran a observarlos desde la ventana. Cada árbol se convierte entonces en una serie de ramificaciones que se bifurcan y extienden hasta invadir el espacio ajeno. Con mi lápiz intento dibujarlos en mi cuaderno. Son puras líneas y sombreados que trazo mientras pienso en Sylvia Plath y su poema inspirado en ellos:  WINTER TREES

The wet dawn inks are doing their blue dissolve
On their blotter of fog the trees
Seem a botanical drawing –
Memories growing, ring on ring,
A series of weddings.


Estos versos escritos en pleno invierno me parecen ininteligibles como la  propia muerte de la atormentada Plath.




miércoles, 9 de marzo de 2011

MI CASA EN UN ÁRBOL

Siempre pensé que las canciones además de los sueños pueden volverse realidad. Así me pasó con "Mi casa en un árbol" de Jorge González, ex integrante de Los Prisioneros. Iba yo en una moto rumbo a Mesilla en Nuevo México cuando en el trayecto vi una casa en medio de unos árboles de invierno. Era hermosa, tal como me imaginaba que podían ser esas construcciones rústicas de madera. Parecía ocultarse entre las ramas y la maleza, pero yo la divisé desde lejos, era inconfundiblemente la casa de mis ensueños.
Uno se detiene en la vida andante cuando los ojos encuentran un reposo ante la multitud de imágenes que desfilan sin cesar. Entonces la mirada se vuelve con premura al objeto que ha llamado su atención. Se aproxima raudamente como un zoom. Llega al objeto, casi lo toca. Lo captura. Es un instante que se prolonga toda una eternidad. Un clic mental y la imagen queda guardada en la memoria.
Ahora que veo la foto escucho la canción, y recuerdo también a Kandinski cuando pedía oír el color y ver la música. "Una casa en un árbol / donde tenga mis dibujos / y mis historias,/ donde canten los pájaros...", ésa es la canción donde habito.

jueves, 3 de febrero de 2011

PARÍS ERA UNA FIESTA

No hay mejor camino para emprender otros caminos que los libros. Un libro nos conduce a otro, y este a otro y así sucesivamente: la intertextualidad ad infinitum.
Yo casi acababa de leer París no se acaba nunca de Enrique Vila-Matas cuando ya tenía en mi cabecera París era una fiesta de Hemingway. Este lo leí durante la semana, lo terminé ayer y me siento feliz.
Este libro es un híbrido de ficción y realidad, relata la vida de Hemingway en los años veinte, cuando se iniciaba como escritor y trabajaba como reportero para una revista canadiense. Estaba enamorado de su primera esposa, pero sobre todo andaba enamorado de la vida parisiense, de la inevitable atracción que sentían los escritores por esa ciudad. Su amistad con Gertrude Stein, Ezra Pound y Scott Fitzgerald es vital en esos años de formación, de bohemia pero también de férrea disciplina.
 En la última página del libro, el viejo Hemingway escribió: "París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivivo allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres  muy felices".
Estas palabras finales de Hemingway me han hecho sentirme plenamente identificada con él, París no se acaba nunca. Uno lleva a París dentro con nuestros propios recuerdos. El recuerdo de mi hermana, de la gente, del metro, de la torre, de los puentes, del Sena... todo bulle en mi cabeza. París me recuerda que hay que escribir París, es decir que hay que escribir la vida.

martes, 25 de enero de 2011

PARIS NO SE ACABA NUNCA

Hay libros que uno lee sin parar, en cuestión de días o tal vez horas. Eso me pasó con "París no se acaba nunca" del escritor español Enrique Vila-Matas. Empecé a leerlo más por la nostalgia que me entró cuando vi la foto de la portada del libro: un hombre sentado sobre una banca en un puente que atraviesa el Sena.
Hace unos meses fui una caminante que atravesaba esos puentes extasiada por la tranquilidad de ese río. De haber encontrado una banca en medio de él, me habría sentado a escribir por lo menos el título de alguna historia, por ejemplo, "Los puentes de París". Quizá hubiera escrito una historia de amor, inspirada en los candados incrustados en las barandas de esos puentes, dicen que son de las parejas enamoradas que graban ahí sus nombres o iniciales, después lo cierran y lanzan la llave al agua. Creen que su amor, así,  perdurará eternamente.
Más allá de los puentes, París es una ciudad eterna. Con razón Vila-Matas llamó así a su libro, París no se acaba nunca. Este libro es un híbrido como tantos otros que ha producido ese escritor. Una mezcla de novela, memoria y conferencia. "¿Soy conferencia o novela? Dios, qué pregunta. Disculpen ustedes. Parece que regresé a los días en que era joven, vivía en París y estaba desesperado y no paraba de hacerme preguntas."- dice el narrador en una de las páginas iniciales. Con un tono irónico  va contando su estancia en París en los años 60 y 70. Su obsesiva idea de parecerse a Hemingway, lo lleva a reflexionar sobre la obra del escritor norteamericano y su famosa teoría del iceberg, de lo no dicho, lo sobreentendido y la alusión; pero sobre todo lo lleva a cuestionar la felicidad que sintió Hemingway cuando escribió "París era una fiesta", cuyo último capítulo precisamente se titula como el libro de Vila-Matas, para quien París estaba lejos de ser un país festivo, era una ciudad gris como él. Por eso las últimas palabras del libro son: "... en París siempre llovía y hacía frío y había poca luz y mucha niebla. Y es tan gris, añadió mi madre, supongo refiriéndose a mí".
Todas las ciudades que uno va conociendo a lo largo de nuestras vidas dejan  un recuerdo nostálgico, pero hay unas que especialmente han sido creadas para llevarlas siempre, por eso volvería otra vez a París con mi candado y desde uno de sus bellos puentes lanzaría al Sena  la llave de mi corazón.

martes, 4 de enero de 2011

FLORES AMARILLAS

Entre las cábalas más frecuentes para recibir el Año Nuevo está el vestirse de amarillo o adornar la casa con flores de ese mismo color. No es que sea supersticiosa pero en los últimos años me han traído mucha suerte, así que decidí esperar el 2011 siguiendo ese mismo rito.
El último día del 2010 caminé por un parque donde vi estas flores que aparecen en la foto. Se veían muy lindas. Obviamente no arranqué ninguna. Me hicieron recordar todas las flores amarillas que alisté en los últimos años para mi mesa. El año anterior fueron unas hermosas rosas amarillas que luego conservé por un buen tiempo en mi sala. Cuando vivía con mis padres, ellos preferían los crisantemos. Pienso ahora en los claveles, los gladiolos, los tulipanes, los lirios, todos ellos amarillos. Será acaso que estas flores no son un rayito de sol en nuestras vidas?, o mejor aún,  una esperanza cálida que alegra nuestros corazones.